Genograma

«Elegimos hacer aquello que nos completa.»

         –  Diana Paris

 

Platiqué hoy con mis hijos rumbo a la escuela, acerca de la importancia que tiene prepararse, estudiar y tener una actitud correcta. Todo esto, mientras me pedían que cambiáramos el tema, haciéndome ver que a las 7 de la mañana no tenían realmente el menor interés de hablar de ello. Sus 8 y 4 años de edad les permiten mandar directo a la porra al sermoneador de su padre. 

A mí es que me emociona pensar en el futuro que nuestros niños podrán tener a nivel profesional. En los últimos años hemos presenciado cambios drásticos en la manera de hacer negocios, en las dinámicas de los mercados y estamos en medio de una revolución digital que fusiona disciplinas y nos obliga a pensar de manera lateral. 

Klaus Schwab, en su libro “La cuarta revolución industrial” señala que: “…estamos en el umbral de un cambio sistémico radical que requiere que los seres humanos se adapten continuamente. Como resultado de ello, podríamos ser testigos de un creciente grado de polarización en el mundo, marcado por aquellos que aceptan el cambio frente a aquellos que se resisten a él”. No sé si les suena de algo.  

Muchas empresas se enfrentan a la realidad de que las siguientes generaciones no están interesadas en continuar con la operación del negocio familiar. Esta negativa va más allá de diferencias en el modelo de gestión: es un desinterés absoluto por el giro. Es el momento de hablar con tu familia para determinar si la empresa es viable en un futuro, tomando en consideración factores como los intereses personales y grupales, pero también de producción, medioambientales y patrimoniales. 

¿Será sustentable nuestra empresa? ¿Cómo va a evolucionar tu negocio en los próximos años? Por extraño que esto parezca, podemos encontrar algunas de las respuestas a ésta y otras inquietudes en el pasado, analizando el genograma y sus implicaciones. 

Un genograma es una herramienta que nos ayuda a describir y analizar las relaciones familiares a través de las generaciones para identificar como han impactado en los negocios familiares. Es un mapa multigeneracional, que registra información sobre los miembros de esa familia, sus relaciones y eventos más significativos y como se repiten esos patrones en las siguientes generaciones. Las familias se repiten a sí mismas. Murray Bowen lo denomina “trasmisión de pautas generacionales”.

Permítanme usarme de “caso”. 

Vengo de una familia de abogados. Los abogados tenemos un decálogo, escrito por el uruguayo Eduardo Couture, en donde el último de los preceptos nos sujeta a “considerar la abogacía de tal manera que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado”.

Todo muy bien. Pero yo siempre quise ser futbolista. Portero, como mi abuelo. De niño pase horas escuchando sus historias, sus viajes, las peripecias del equipo que se integraba por jugadores con apodos que ni al Perro Bermúdez se le hubieran ocurrido. “Clavijas” (mi abuelo), el “Faul” (apodo que se ganó por ser “lo más feo del futbol”), el “Loco” de la Madrid (y la historia de “La Loquita”, una tortuga que tenía por mascota y que se le perdió en la cancha de Irapuato cuando la dejó libre para comer todo el pasto que le fuera posible), el “Tariacuri” (si mal no recuerdo, pariente de la “Tariacuri”, famosa cantante de esa época), entre otros.  

Yo quería al futbol, pero el futbol no me quería a mí. De manera tal, que me diversifique aprendiendo cuanta estadística estuvo a mi alcance, contando los goles de Hugo Sánchez y memorizando la alineación de la selección Húngara del 54. Eso me llevó a escribir una columna en un periódico local y reportar las primeras andanzas del 6 veces heroico Club Santos. 

Pero llega un día, en que tienes que elegir lo que crees que es una elección definitiva. Y es entonces cuando la historia familiar (la que conoces -y la que no-) pesa. Al presentar mi examen vocacional, resulto que tenía aptitud para estudiar sicología, comunicación o derecho. En ese orden. Pero resulta que yo me llamo Fernando, como mi padre, quien se llama Fernando, como su tío. Y que revisando el genograma, llamarse Fernando Todd en mi familia tiene una carga, que de extraña alguna manera te lleva a ser abogado. Cuatro personas con ese nombre somos abogados. 

Una vez que concientizas eso, puedes actuar en consecuencia, para cortar mandatos, para evolucionar. Hoy ejerzo mi profesión de abogado con mucho gusto. Leo de sicología en lo que se relaciona a empresas familiares. Y participo comunicando parte de mi trabajo en medios. Creo que todo cabe en un jarrito. 

Publicar las letras en papel tal vez es una necesidad familiar. Al investigar mi propio genograma no encuentro mucha información más allá de la que se refiere a mis abuelos, de familias cerradas en cuanto a los grupos. Pero las historias que capte de niño al oírlas, las puedo comprobar en la hemeroteca. Siguiendo la huella, me reencuentro con los partidos que me contó mi abuelo reseñados en la época, el nacimiento de mis padres y las bodas de mis abuelos. También las tragedias, las causas de los dolores. Y tal vez escribo para eso, para dejar un registro para el futuro. Para algún bisnieto que investigue su genograma en un futuro, reciba un mensaje: Oportet vivere.